Dice el refrán que “las mañanitas de abril son las más dulces de dormir”. Bien, puede que abril se lleve premio a esas mañanas de domingo que parecen no tener fin debajo del edredón, pero el resto de meses no se quedan muy atrás. Dormir es un placer al alcance de todos los bolsillos y uno de los procesos más importantes que realiza diariamente nuestro cuerpo. Descanso físico y recuperación mental. Necesidades vitales que pueden verse truncadas si alargamos en exceso las horas de sueño.
Y es que es tan perjudicial dormir poco cómo dormir mucho. A menudo tendemos a recuperar en el fin de semana todas esas horas de sueño que nos hemos ido dejando por el camino, desde el lunes hasta el viernes. Pero estamos cometiendo un error. Recuperar sueño no es posible. No somos una batería que se carga y se descarga, somos un organismo vivo y como tal nuestros procesos vitales se rigen por reglas mucho más complejas.
Entrando en materia, podríamos decir que dormir mucho tiene consecuencias negativas de muy diverso tipo. Es por eso que más de una vez hemos sentido una extraña sensación de resaca al levantarnos después de muchas horas en la cama. Fatiga, torpeza y falta de concentración. Pues bien, no es una sensación sino la consecuencia de un desajuste de nuestro reloj interno.
Al igual que nosotros los humanos, nuestros órganos tienen unas rutinas de trabajo y descanso. Algunas de ellas se rigen por la luz solar pero otras son independientes y se activan o desactivan incluso cuando estamos durmiendo. Es en este momento de actividad durante el sueño donde se produce el problema. Nuestros órganos trabajan para dar soporte a un cuerpo que está totalmente en reposo.
Otro factor que influye en esa sensación de ligera resaca es la deshidratación. Nuestro cuerpo está constantemente perdiendo agua, tanto despiertos como dormidos. Si la noche es larga, nuestro cuerpo está más cerca de agotar las reservas, y cuando lo consigue, las consecuencias aparecen.
Por todo esto, los expertos recomiendan dormir entre 7 y 9 horas, ni más ni menos. De esta forma tu cuerpo tiene el tiempo suficiente para descansar y recuperarse sin alterar los ritmos y procesos internos. Por supuesto, alguna vez que otra puedes hacer alguna excepción, pero ojo con convertir esto en un habito. Las personas que duermen más de 9 horas de forma habitual están cometiendo un gran error. Tarde o temprano pagaran las consecuencias.
Consecuencias como fatiga, demencia, problemas de memoria, trastornos mentales, diabetes, depresión, dolor de cabeza, obesidad, riesgo de ataques cardiacos, esperanza de vida más corta, trastornos hormonales… La contundencia de estos problemas choca con la posibilidad de que sean causados por un exceso de sueño. Algo tan placentero no puede ser tan malo, pero si lo es.
Los científicos estrujan sus cerebros en busca de una respuesta al porqué dormimos y que hay detrás de ese estado de inconsciencia diaria. Mientras lo averiguan, seamos prudentes y no abusemos ello. Al menos no siempre.