Si hay una prenda estrella que no puede faltar en el guardarropa de cualquier hombre, ésa es una camisa blanca. Este básico clásico es una prenda indispensable en el fondo de armario y se ha ganado este privilegiado lugar por su versatilidad y su elegancia.
En esta entrada vamos a ver cómo una camisa blanca puede ser muy distinta de otra y qué debemos tener en cuenta para elegir una.
El origen de un básico
Hace algún tiempo, en este Blog del Bigotero ya os hablamos del origen de las camisas blancas, que, básicamente, tuvieron como predecesor a aquellos camisones románticos que se usaban para dormir. El frío de los países del norte de Europa, llevó a muchos de aquellos caballeros a vestirlos fuera de sus alcobas debajo de su ropa, lo que, en una evolución natural, fue acortándolos y ajustándolos hasta convertirlos en una prenda mucho más cómoda que llevaban debajo de sus ropa.
Estos inicios, relegaron a la camisa a una posición secundaria y, de hecho, al contrario que ocurre ahora, no estaba bien visto que los señores se dejases ver llevando solo la camisa. En el fondo, era su ropa interior.
Ya en el siglo XX, la camisa va poco a poco saliendo de ese segundo plano y llega a convertirse en un símbolo de la aristocracia. En plena revolución industrial, para la clase obrera resultaba difícil mantener la blancura impoluta de las camisas y esto distinguía a los acomodados del resto.
El salto definitivo de las camisas a la primera línea del fondo armario sucede en los años 20, cuando se impone entre las mujeres el estilo garçon y consolidan aún más si cabe su uso. A partir de este momento ya no ha habido marcha atrás ni para hombres ni para mujeres y todos tenemos una de estas prendas colgadas y listas para usar.
La versatilidad por bandera
Lo que ha impuesto el uso de las camisas blancas es, sin duda, su capacidad de adaptarse a cualquier medio y situación. En verano, por ejemplo, basta con subir las mangas y abrir algunos de los botones para estar perfecto en cualquier contexto. Cuando llega el frío invierno, aunque no sea suficiente, siempre encontrará el hueco debajo de un jersey de pico o una chaqueta.
El color blanco es el más neutro de todos y combina a la perfección con el resto de la paleta. Además, siempre favorece, porque transmite claridad, calma y positividad. Esto hace que sea el comodín ante cualquier situación o evento: ya sea con jeans, pantalones de vestir o, incluso, bermudas.
A tener en cuenta
Si tenemos en cuenta las posibilidades que nos da una camisa blanca, a las hora de comprarla, deberíamos apostar y elegir la mejor posible. Sin duda, será una inversión rentable y, además, la calidad se nota tanto en los acabados como en el propio cuerpo de la prenda. Merece la pena elegir la que mejor nos sienta, ¿verdad?
Por otro lado, ese blanco que tan bien nos queda, corre también cierto peligro constante. Cualquier roce puede deslucirlo y mancharlo, así que habrá que tener cierto cuidado y, si es posible, tener un plan b a mano para dar esa imagen elegante e impoluta que se pretende.
En cualquier caso y, aunque como hemos visto que una camisa blanca es un verdadero comodín, abusar de su uso también denota cierta falta de creatividad. Es un recurso fácil, pero no debemos dejarnos deslumbrar por sus ventajas permanentemente.
Las opciones de una camisa blanca
Una camisa de hombre blanca es, aparentemente, una prenda sencilla. Pero, como ocurre para casi todo, es en los detalles donde se marca la diferencia:
- Abotonadura: los ojales y los botones pueden transformar una camisa blanca y darle pequeños toques de color que le restarán seriedad a una camisa blanca. Si, por el contrario, la abotanadura está oculta, la prenda será la que mejor se adapte a fracs y esmóquines.
- Bolsillos: la pechera puede ser simple y lisa, pero también puede tener bolsillos o fruncidos que la diferencien del resto. En el caso de los bolsillos, le suelen restar seriedad, lo cual es perfecto para contextos semiformales y casual.
- Material: el algodón es el tejido por excelencia para una camisa blanca y el egipcio el más valorado y apreciado. Conviene huir de los sintéticos que dificultarán la sudoración y, al final, acabarán manchando nuestra inmaculada imagen. El lino es ideal para el verano, aunque no suele llegar a la absoluta blancura.
- Corte: como siempre, lo ideal es que estemos cómodos y que saquemos partido a nuestra imagen. En este sentido, hay que tener en cuenta que la sisa -que es la parte debajo de la axila- esté en el lugar correcto y esto lo sabremos por la movilidad que nos permite. Si elegimos el ajuste ideal, podremos lucir nuestra camisa blanca tanto sola como debajo de un jersey.
No te conformes con una
Como hemos visto, además de haber múltiples opciones en una prenda aparentemente tan básica, una camisa blanca es capaz de adaptarse a nuestro día a día. ¿Por qué optar sólo por una? Aprovecha todo su potencial y crea una pequeña colección que te permita estar perfecto en cualquier contexto.