Mucho antes de que tuviésemos siquiera uso de razón ya nos lo ponían nuestras madres. Años más tarde, en el colegio, se convirtió en un must para evitar que unos pequeños bichitos se quedasen a vivir en nuestra cabeza. En tus últimos años de colegio ya eras tú el que se la robaba a tu padre en un claro intento de hacerte mayor de golpe. Pero fue en la adolescencia cuando esa chica te dijo lo bien que olías y desde entonces ya nadie te ha quitado la sana costumbre de perfumarte.
Las colonias y perfumes han estado presentes desde el comienzo de nuestra vida y probablemente no todos sepamos elegirlas o administrarlas correctamente. Quizá la costumbre se impone a la técnica en este sentido y la tradición ha pasado de padres a hijos con mucho desconocimiento heredado. Tranquilos porque después de leer este articulo seguro que tenéis una idea más clara sobre qué hacer y cómo hacerlo.
Para empezar a sentar las bases es necesario diferenciar los cuatro principales grupos en los que se dividen las fragancias. Estos son, en orden de más a menos intenso, los siguientes: perfume, agua de perfume, agua de colonia y colonia. ¿A qué pensabas que la colonia era el más fuerte de todos? Pues no es así. Cada fragancia tiene la intensidad que debe tener, ya que está pensada para un determinado uso o ambiente. Debemos apostar por un perfume cuando acudamos a ambientes muy cargados como restaurantes o fiestas donde necesitemos que nuestro olor destaque por encima del humo o comida. Las colonias son más apropiadas para ambientes más suaves como la oficina o incluso en casa.
Conviene también apuntar que igual que no todas las fragancias son iguales tampoco lo son las pieles de cada uno y el comportamiento de estas será diferente en cada una de ellas. La durabilidad puede variar e incluso matizarse notablemente el aroma. Por eso se recomienda buscar las fragancias que mejor reaccionan en tu piel y transmitan un olor agradable. Para ello hay un truco que muchas veces usamos de manera inversa. Cuando dejas de notar una colonia o perfume sobre ti mismo es buena señal. Es cierto que tu nariz se acostumbra a ese olor pero si este fuese molesto o demasiado intrusivo créeme que te darías cuenta.
Y al igual que no todas las pieles son iguales tampoco son las fragancias, y de ello depende mucho su uso. No conviene usar aromas demasiado intensos y amaderados durante el día. Para estos momentos usaremos fragancias más afrutadas y ligeras. En la noche la cosa cambia, siendo adecuado el uso de fragancias más intensas y que destaquen más. ¿No sabes muy bien como diferenciarlas? Muy sencillo, solo mira el color del frasco. Si el frasco es de algún color oscuro como el negro, rojo o el marrón claramente es sinónimo de intensidad y agresividad. Si por el contrario es de tonos azules o verdes suaves te está pidiendo que lo uses cada mañana.
Bien, ya sabemos que tenemos que echarnos y cuando. Ahora toca saber cómo y dónde. Existe mucho debate entre usar spray difusor o aplicador. Cualquiera de las dos opciones es válida siempre y cuando no se frote el líquido contra la piel, lo que provocaría la destrucción de las moléculas haciendo que su efecto perdurase menos tiempo. Las zonas donde debemos aplicarlo para conseguir un mejor resultado en cuanto a durabilidad y aroma son las zonas del cuerpo con mayor riego sanguíneo. Entre estas destacan las muñecas y el pecho. La parte posterior de las orejas también es una magnifica zona donde dejar unas gotas y que estas hagan efecto en las distancias cortas.
Por último, es importante saber que las fragancias también requieren una conservación. Es muy recomendable tenerlas siempre dentro de su caja y así evitar una exposición a la luz que provocara que estas pierdan cualidades. También es conveniente gastar perfumes y colonias entes de los dos años de su primer uso, ya que estas caducan con el paso del tiempo y en consecuencia también pierden sus características originales.
Ya no tienes excusa para no sacar el máximo partido a tu olor y dejar esa estela invisible que tanto ellas como ellos querrán seguir.